Y vamos a empezar por casa, y casa es alma e historia, y para liberar la casa es básica la autocrítica, porque con ella sumamos y abrimos a solidaria y amorosa fórmula la propia acción. Yo alguna vez fui un hombre que acosó a alguna mujer y es importante decirlo, reconocerlo y ofrecer disculpas, además de agradecer lo que el movimiento #MeToo, desde una visión positiva, ha generado en los hombres abiertos y libres.
Mi acción o acciones -les confieso que ignoro si fue una o más- nunca respondieron a un tema consciente, pero hoy eso no me exime de haber funcionado en una lógica patriarcal y machista impuesta desde el sistema, y en la que todos los días nos movemos, y somos nosotros los que elegimos si dejamos de ser clones o continuamos el proceso y nos resistimos a trascender y ser hombres libres.
La recuerdo bien: una mujer inteligente, brillante y muy atractiva. Y me recuerdo bien a mí en aquel entonces. Ambos éramos muy jóvenes y trabajábamos juntos; ni ella ni yo éramos superiores del otro en la jerarquía laboral. Pero eso no importa, a mí ella me gustaba, me atraía y quise creer que ella sentía lo mismo, y tal vez era así, pero los devaneos y las insinuaciones fueron siempre mías; nada grave desde un punto de vista que pretenda menoscabar actitudes machistas conscientes o no, pero grave porque rompió con los espacios íntimos y de confianza que deben imperar siempre y porque tristemente sé que fueron parte de un hombre que hoy y desde hace muchos años ya no soy.
Ella, sin decírmelo, me lo lo indicaba, pero creo que su miedo le impedía ejercer su derecho a decir «basta, me asustas, Emilio, y no me gusta cómo me hablas, me miras e impones tus impulsos sobre mí». Me di cuenta y fui consciente mucho después de ello, porque alguna vez que intenté besarla, me pidió que no insistiera, y confieso que tuve la claridad de no volver siquiera a intentarlo, que respeté su petición, y no volví ni a coquetearle. A partir de ahí nuestra relación laboral y de amigos fue muy pacífica. Pero también he de reconocer que en ese entonces mi respuesta a mí mismo por su negativa fue la típica de un macho: «¿Y entonces por qué es tan coqueta y cariñosa, tan abierta y sexi conmigo?». Prácticamente la responsabilicé de mis acciones; el machismo y su cinismo en órbita delirante operaban en mí.
¿Por qué confieso esto? Seguramente muchos se lo preguntan y algunos dirán que está de más, que es pasado, y otras pocas, espero, creerán que soy un cínico al atreverme a decir lo que digo. Yo no coincido con ninguno que así piense, pero respeto posturas. Lo mío es una confesión necesaria, un abrazo solidario a ella y a todas las mujeres que alguna vez se sintieron acosadas y no tuvieron la manera de parar esto a tiempo, y es también ofrecerle una disculpa pública. No diré su nombre por respeto, pero pongamos que se llama como cualquiera de las mujeres que leen, y que yo me llamo Emilio, y cada uno de los hombres que leen puede elegir si hoy se llama igual que yo.
Hoy no soy más, y puedo decirlo orgulloso y frontalmente, ese macho que antes operó inconscientemente desde la mecánica del «SOY HOMBRE, LUEGO ES NORMAL QUE OPERE DESDE LA LÓGICA SISTÉMICA», y debo agregar que aún hace algunos años, de diversas formas, operé de esa manera. Por eso elegí meterme a casa, y casa es mi alma, y revisar por qué, cómo, cuándo, dónde y hacia quiénes imperó el macho que fui. Confieso que soy un hombre amoroso, un hombre que fue educado por una madre feminista ejemplar, me corresponde ofrecer disculpas a muchas más y lo hago en plena consciencia de mi falla y error, porque aún en tiempos de lucidez sobre el machismo imperante, no fui lo suficientemente congruente.
La violencia sistémica es una tarea que mi género ha evadido reconocer por mil razones, y hoy (yo comencé hace ya muchos años) al menos para mí y muchos hombres que hacemos la tarea diaria y nos vigilamos y estamos alertas de nosotros mismos, es tiempo sano, amoroso y fértil para ser parte del cambio. Y decirlo sin tapujos: «Hey, chicas, perdónenme por antes, hoy abrazo y celebro la luz que ustedes son y además agradezco a #MeToo por su fuerza e idea, por la raíz de su luz. Chicas, les abrazo y reconozco siempre».
Hoy y desde hace mucho soy el hombre que mi madre formó , ese que ayer pretendí ser y que cometió errores injustificables, y que hoy ha limpiado su casa; Me llamo Emilio Pellicer Larrea, soy un hombre libre, bienvenidos a esta casa todos y todas.
Gracias por tus reflexiones! no hay duda que eres un gran escritor!
No Gamel, el que agradece es tu servidor, y además te pregunto ¿Alguna vez sientes que tú fallaste y fuiste el machos sistémico.? Cuentanos, es imprescindible, y nadie te hará daño. Abrazo enorme para ti.