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Leemos las Novedades de la semana y nos empezamos a preocupar: la imagen urbana es un muladar, los servicios públicos una nulidad y los acapulqueños hartos, cansados y echando pestes por el incumplimiento constitucional por parte de las autoridades municipales al negarnos disfrutar de una ciudad limpia, iluminada, con agua potable, cómoda, confortable, en fin, un puerto con espacios propios del otrora puerto más hermoso y capital del mundo, sucursal del cielo, sede papel, una bahía digna del antiguo paraíso del Pacífico, todo un Acapulco de a diez.

Pero no sólo los habitantes del puerto se llevan un chasco al darse una vuelta por el primer cuadro de la urbe, que digo el centro, por la mismísima zona costera: ¿qué dirán los paseantes de las instalaciones públicas? ¿que pensarán del antes ejemplo de arena suave y dorada, de aguas limpias, cristalinas y tibias o de las avenidas principales, y el renovado Paseo del Pescador , donde mas de un oportunista ya se puso a vender micheladas, donde un par de tórtolos movieron las sillas de piedra para estar cómodos y una familia completa hizo su picnic en las áreas verdes de dicho paseo?.

Seguimos leyendo el diario de la familia guerrerense: “Santa Cruz, boca de lobo”, “tres generaciones viviendo bajo el puente de Aguas Blancas”, “una vergüenza calles del primer cuadro”, “edifican casas en llano Largo violando la ley”, “nos tienen en la basura”, todo eso, sin contar los problemas de los maestros paristas, los seudoestudiantes que toman las casetas cada fin de semana, la hediondez del Semefo atascado, el clima de inseguridad, bueno hasta los dichosos sismos nos traen fritos a cada rato.

Imagen: La Jornada Guerrero

Las proclamas del “Acapulco, te quiero limpio, “Acapulco, te quiero iluminado”, “Acapulco, te quiero seguro”, “Acapulco de diez” no se hacen realidad y la gente está negra de la muina que le hacen padecer la negligencia, la estulticia, la ineficiencia y hasta el dolo de las autoridades del cabildo, que como siempre hablan y prometen el oro y el moro y ahí tienen las consecuencia.

Y por cierto ¿qué dicen los interfectos? La misma demagogia, la singular verborrea, mas promesas. ¿Qué dicen los funcionarios municipales? Los angelitos andaban desenfrenados en la onda electoral, vigilando que su espantosa propaganda electoral no se le despegue de los medallones del transporte urbano; andan desesperados tomándose fotos con los jorocones del centro; quedando bien con el fiel de la balanza, invariablemente en la búsqueda frenética del ansiado hueso. A los ediles les importa un comino que la ciudad esté convertida en un muladar; a los síndicos les vale que las calles semejen una profunda boca de lobo propicia para delinquir; a los regidores les “viene guango” que los hogares porteños estén en la peor sequía de la historia; a los diputados locales se les resbala que el puerto se quede solo, destrozado y abandonado a su suerte. A toda la runfla política no les preocupa que el turismo naufrague sin contar  siquiera con un triste “espringbreiker” saboreando una chela en la Condesa o en la alberca de alguna hospedería, o ya de perdis de algún desbalagado chilango aventándose una rica orden de quesadillas de cazón en Playa Papagayo.

¿Y la máxima autoridad municipal? Bien, gracias, metidazo en los paseos por lo bonito de Acapulco, peleándose con Capama por el agua, pero ya tiene un escaño, una curul, o ya de perdis una asesoría en la campaña de AMLO.

¿Para eso quieren reelección? Aiseloaigan.

Sin miedo a volver a empezar
¿Y tú, tienes la razón? ¿Cuántas veces crees tener la razón?

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