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La polémica que se desató en México por la etiqueta de denuncia #MeToo dejó más confusión que claridad, sobre todo cuando la prensa de espectáculos se apoderó del trágico suceso de la muerte de Armando Vega, antropólogo, escritor y músico mexicano muy conocido en el medio artístico por su participación en la banda ochentera “Botellita de Jerez”, cuyas irreverentes letras y tonadas se incrustaron en la memoria de los fanáticos del rock de ese tiempo.

El problema surge cuando se atribuye el suicidio del artista a una denuncia de abuso anónima posteada en la mencionada plataforma, cuando la verdad es que nadie sabe cuál era la situación de vida de Armando, qué estaba pasando o pesando sobre él. ¿Fue un detonador? ¿la última gota que derrama el vaso? ¿Tuvo en realidad algún peso decisivo sobre la fatal decisión? No lo sabemos.

Lo cierto es que una de las consecuencias negativas de esta polémica es el cuestionamiento que se hace al derecho de las mujeres a contar con una plataforma de denuncia, por incompleta que sea. México es un país donde la justicia no es abundante, ni siquiera es mínima, y esas circunstancias han propiciado que se busquen medios de expresión y desahogo  que circunden la vía legal, ya que a veces esta última resulta más humillante y abusiva que el propio acto denunciado. Las redes sociales han sido la respuesta a esta búsqueda, no sólo por parte de las mujeres como género, sino de la sociedad en general.

Otro problema subyacente es que muchos hombres no entienden,

la mayoría de las veces, las conductas que las mujeres denuncian en #MeToo, ya que hasta una mirada puede ser, a veces, considerada violencia. Es cuestión de comunicarse y entenderse.

Otro asunto delicado que ha surgido en la discusión es la cuestión del anonimato en las denuncias. Es cierto que acusar sin pruebas es grave, pero las plataformas electrónicas no son un sistema regulado o jurídico. Se rigen por sus propias reglas o etiqueta. Los que defienden el anonimato argumentan que es necesario para protegerse de mayor violencia o represalias. Puede ser cierto, pero no deja de ser delicado.

En conclusión, es cierto que las mujeres mexicanas sufren de violencia y que no hay un sistema oficial capaz de protegerlas o de hacerles justicia, pero es igualmente cierto que en ocasiones se ha hecho uso descuidado de las plataformas electrónicas de denuncia como #MeToo. Mientras no haya un medio con reglas claras de procedimiento y oportunidades de defensa equivalentes, nada se podrá hacer. Entretanto, se presume inocencia.

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