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«bikini de hoja en blanco«

 

una letra mayúscula puede dar inicio al mejor de nuestros escritos. en esta publicación, no hemos agregado ninguna letra capital. es un relato sin obligaciones de altura entre las letras. esto es así por la intervención que realizó el jefe de redacción en un comunicado incómodo, de esos que disfruta enviar todos los días; aseguró que una de las máquinas nuevas no tenía la opción de escribir mayúsculas. 

de inmediato, todos los redactores comenzaron a revisar sus avances. los correctores, en los últimos años, son cada vez más necios en sus exigencias gramaticales. reescribir una idea es más difícil que comenzar. todo aquel que ha logrado escribir algo medianamente sustancial sabe que perder el borrador es sumamente riesgoso; puede caer en el olvido de la idea; grave caso, aquí todos queremos alcanzar la creación de algo perfecto.

algunos terminaron revisando los cestos de basura, otros pegando con cinta las hojas. ezequiel es el nuevo, no tiene mucho de qué preocuparse; sus notas aún no serán leídas por los jefes. al menos estará aquí medio año antes de poder publicar algo en la revista.

todos pasamos por el proceso de odiar la creatividad. después de varios años entre las máquinas de escribir, recibiendo el humo de los demás, el escritor interior puede perder la fé en sus líneas. algo simbólico debe ocurrir para recuperar el camino.

cartaflex es el más viejo. se ganó ese apodo por su rapidez para redactar y contestar cartas a los lectores. ahora ya sabes, cuando recibes una contestación de tu columnista favorito, en realidad es el viejo cartaflex contestando. dice que ya no le importa leer la correspondencia. ha logrado adquirir la maravillosa técnica de saber interpretar los nombres y la caligrafía. 

en su tesis habla sobre la importancia que existe entre la relación del nombre con los datos de la dirección. le encanta contestar cartas de reclamo. en las oficinas principales tienen una fotografía suya saludando al dueño de esta esclavitud en letras. por suerte, aún nos pagan y eso es lo que importa. somos mejores que las abejas. no hacemos dulce para destruir la salud, hacemos vitaqua de verdad. es la palabra, la escritura peligrosa de una sociedad que tiene mucho para reprochar. 

tres días antes del cierre de la redacción, joel se presentó ante mí. tenía en las manos el sobre que contenía las últimas columnas. ese tipo de sobres permanecían cerrados y nadie, durante los años que escribí aquí, se podía dar el lujo de ver el contenido.

todos escribíamos con la esperanza de ver nuestro trabajo impreso, pero la elección de los textos estaba a cargo de los correctores. la última publicación se convirtió en la más importante. estábamos hechos unos locos, redactando sin parar. la constante presión por lograr un mínimo espacio transformó a más de uno en violentos creadores de historias. se dieron los primeros casos de mentira y absurdo, pasando de la realidad a algo que, en acuerdo, consideramos nombrar ficción, un término más literario para no decir que solo estábamos mintiendo. humo de cigarro por todos lados. el aire se hizo blanco. las tazas de café se rellenaban casi automáticamente. las botellas de brandy llegaron a ser tesoros para los traficantes. los compañeros del área humorística estaban pagando al doble y al triple por una botella. la comicidad en la escritura con la desesperación se hace tan agria que encontrar una sola risa en esos textos es tan complicado como una erección en el esqueleto de un violador.

las manos a las sienes eran el indicativo de alguna falla en la hoja. lo trágico e inevitable, eso que en la práctica llamamos «la doble pestaña», se presenta en el momento más veloz de la escritura. los dedos son tan rápidos que se pierden en la máquina. existe un instante para todo escritor en que uno de los dedos, por desgracia el de mayor cansancio, penetra entre la primera y segunda fila de teclas. casi siempre quedan empalmadas las letras «m» y «k».

 

Fragmento del Libro

La Belleza del Nagual 

Paternidad Literaria TrodosMercado.

 

** escucha los relatos del libro Gusanos en el Ojo, en Spotify en voz de Trodos Mercado 

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