Nada salía como yo deseaba, me sentía enojada, triste y frustrada. Entonces decidí «tirar la toalla» porque ya estaba harta de que las cosas no resultaran a mi favor. Y fue así como mis sueños se fueron quedando, uno a uno, en el cajón de mi misita de noche.
Tengo en mi laptop un archivo que nombré El Jardín de Mamá, de cómo ha ido creciendo, bajo el atento y cariñoso cuidado de mi hermano menor David, que a falta de no poder ir a visitar a mamá seguido por la cuarentena, nos envía videos del avance, bajo la casi sublime supervisión de mi mamá.
Los zapatos de mi hija están en la entrada de la casa, en el mismo lugar y posición en que yo acostumbro dejar los míos cuando me los quito para descansar.
No es un secreto que muchos estudiantes encuentran en la escuela un refugio, un consuelo, un respiro a la violencia y abandono que viven en casa, por lo tanto, quedarse encerrados por la pandemia los ha llevado a momentos muy duros y es aquí donde muchas veces el docente ejerce un papel muy importante.
Mis hijos, ahora ya adultos, son cada día más libres e independientes. Obviamente ellos saben, aunque no tengan registrado el recuerdo, que cuando eran pequeñitos, apenas a unos días de su nacimiento, estaban totalmente indefensos y dependían completamente de la protección que les dí con mis manos, el amor que arde en mi corazón por ellos, y de la leche que manaba de mi pecho, tan lleno de amorosa esperanza y nutrientes únicos, para que ellos pudieran sobrevivir.
Qué difícil me resulta aceptar que mis hijos hoy ya son adultos y que ya quieren volar con sus propias alas, por sus propias decisiones y hacia sus muy personales destinos, y sin embargo, tengo tanto miedo.
Tú eres su modelo. De ti aprenderá lo que es o no es bueno. En tu conducta, tu hijo irá moldeando su propio comportamiento, a tu imagen y semejanza, por donde tú camines él te irá siguiendo.
