Ella, esta vez alzó los hombros como queriendo decir: bueno, ese sería tu problema. Pero al bajar los hombros dijo: “yo también perdí el convoy”. Tenía que actuar rápido, el próximo tren se acercaba y debía detenerla para que no lo tomara; así, que fui audaz: “Tomemos un café allí, en esa cafetería, y dejemos que los trenes pasen mientras nos conocemos, ¿te gustaría?”
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Relatos Roja
Y después de visitar la cuarta o quinta iglesia, me di cuenta que la había perdido para siempre. En ella estaba mi balance de pérdidas y ganancias; un incipiente proyecto de un futuro, el plan de los días por venir y una pequeñita historia del más próximo pasado.
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