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La Ciudad de México es considerada una de las más inseguras y violentas del país, escuchamos infinidad de situaciones que ponen en riesgo la vida de los ciudadanos, pero sólo hasta que de manera personal nos pasan ciertas situaciones, es cuando decidimos actuar o nos damos cuenta de la realidad, como dicen “nadie experimenta en cabeza ajena”. Hace algunos años sufrí un asalto en la calle, iba a un taller mecánico a recoger mi auto pero no estuvo listo, así que tuve que regresar caminando a mi casa, lo bueno es que ya le había pagado al mecánico la reparación.


Dentro de mi fraccionamiento, a unos metros de mi casa, cruzó frente a mí un hombre que enseguida me dio desconfianza, se acercó y me preguntó si le podía dar unas monedas y le dije que no tenía.

Se alejó un poco pero enseguida volvió a mí ya con una navaja y pidiéndome mis pertenencias. Lo peor de todo es que nadie pasaba por ahí, completamente sola la calle.


Le di mis cosas y se alejó, pero antes me dijo que si gritaba abusaría de mí. Yo me fui corriendo a mi casa y le conté a mi familia lo sucedido, todos se quedaron sorprendidos, pero mi hermano menor (Daniel), salió corriendo a la caseta de vigilancia del fraccionamiento para revisar las cámaras, a ver si se podía ver algo. Sin embargo, la calle donde me asaltaron no aparecía en ningún video, así que no se logró ver nada.


Al día siguiente contactó al presidente de la asociación de vecinos para comentarle lo sucedido y ver cómo es que en la colonia ingresaba gente extraña.

Después se dieron cuenta que personas que trabajan en el servicio doméstico de las casas o en la jardinería del parque que tenemos dentro, eran los que avisaban, en la mayoría de los casos, a los asaltantes para meterse y robar, sobre todo a casa habitación cuando sus habitantes no están.


Más adelante Daniel junto con el presidente empezaron a hacer un poco más de labor sobre lo que sucedía en el fraccionamiento, empezó a involucrarse más en la logística de la empresa de seguridad contratada para la vigilancia, el paso de vehículos que no son residentes, así como personas que utilizan el fraccionamiento de paso para llegar a otras colonias, pero que en el camino aprovechan para observar las casas.

Daniel desde muy joven empezó a tomar y vivir de la fiesta con sus amigos, perteneció a varios grupos musicales y estuvo muchos años bajo la rebeldía y peleas constantes con mi papá. De ser un joven egocentrista sólo pensando en su propio bienestar, a sus 36 años y al
darse cuenta de lo que sucedía afuera de su mundo, dio un cambio radical a raíz de mi asalto, fue más consciente de la seguridad de nosotros como familia y de los residentes del fraccionamiento.

Perteneció al Comité de Vigilancia y vivió tremendas situaciones, lidiar con vecinos agresivos, enfrentarse con gente a la que no dejó entrar a la colonia porque se veía sospechosa, hasta levantar quejas en el Ministerio Público por amenazas a su persona.

Eso resulta cuando alguien procura mantener el orden y preservar la seguridad de los demás.

Durante su gestión dentro del Comité de Vigilancia, logró bajar considerablemente el robo a casa habitación, se ganó el respeto de muchas personas y al día de hoy conoce perfectamente los protocolos que deben aplicarse en un fraccionamiento para que funcione adecuadamente.

A sus 40 años ya no pertenece al Comité de Vigilancia, pero sigue colaborando con la asociación de vecinos para prevenir situaciones de riesgo y siempre buscar la seguridad de todos. No le da miedo enfrentarse a quien sea, todo por el bienestar de todos.

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