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Sangre cayendo al suelo, manchando la tierra, sudor bajando del cuero cabelludo rodando por la cara, entrando en los ojos nublando la vista.

Carne abriéndose, gritos de guerra, sonidos de huesos rompiéndose, desolación.

Masas de hombres chocando de dos facciones enfrentadas, 15 años de lucha sin sentido y a la vez la única manera que conocen de hacerlo.

En medio del campo de batalla, entre gritos desgarradores, se ven miembros humanos volando, se escuchan choques de espadas y  disparos de armas, se enfrentan una vez más los dos titanes, campeones de cada lado, medio humanos, medio bestias, sobrevivientes de las modificaciones sufridas de las mutilaciones hechas en cada pelea.

Y tras el ensordecimiento por los golpes acertados, con la cabeza golpeando el piso, Perseo con la vista nublada viendo cerca su final, se quita la máscara para ver en cielo mientras escuchan pisadas acercándose, ve los zapatos de su enemigo y sube la vista, la espada se acerca lentamente a su cuello, fija su vista en los ojos de su verdugo y piensa en su familia, en los pocos recuerdos que tiene de su vida pasada, piensa en sus camaradas, lamenta haberles fallado y al sentir el filo de la navaja empezando a cortar lentamente la carne de su garganta, piensa: madre, padre recíbanme que allá voy, pero solo exhala la palabra padre…

La oscuridad lo abraza, lo adormece, se siente ligero, se prepara para flotar y entregarse a la nada, cuando de repente, siente el grito desgarrador de alguien que grita un nombre, ¡¡Daniel!! Un viejo nombre que hace muchos años no escuchaba, uno que usaba antes de la guerra, un nombre con el que su madre lo llamaba, y regresan las sensaciones de golpe, siente el sabor de la tierra y la sangre en la boca, se mueve, pero no por sus medios, las piedras y la arena le cortan el cuerpo, está siendo arrastrado, se retuerce, aún no muere, mueve un brazo pero este no responde, sabe que no es bueno, probablemente lo torturen por información, pero siente que sus heridas terminarán con él antes. Quiere cerrar los ojos y entregarse a sus dioses, aunque estos lo hayan abandonado.

Abre los ojos abruptamente, y se trata de incorporar, pero siente restricción en sus extremidades, está confundido, sus ojos alcanzan a ver que está como en una cueva, hay una fogata que alumbra tenuemente las paredes; cuando escucha que alguien entra, sus sentidos se agudizan y se levanta de un salto, aunque su cuerpo está gritando de dolor, sabe que tiene todas las cartas en su contra,

La persona se acerca de manera sigilosa, y dice el voz alta por su viejo nombre, Daniel. Le dice que no lo va a lastimar que él lo salvó.

Perseo le responde preguntando cómo sabe su nombre, y él le contesta que es una larga historia, que deben hablar, y este se calma sentándose y empiezan a hablar.

El hombre misterioso, rodea la fogata, y la luz por fin lo ilumina, a Perseo se le eriza la piel a ver a Jasón, su némesis frente a él, y aunque su instinto le grita que  debe atacarlo, se sienta y espera a que hable. Después de una pausa viendo el fuego, Jasón empieza a hablar con la vista aún clavada en las llamas.

“Hace muchos años, tenía una vida normal, como todos, esposa, hijos, un perro…pero empezó la maldita guerra,  la guerra me robó todo, tú sabes lo que es pelear diario por tu vida, sin embargo no he conocido a nadie más fuerte que mi esposa, a nadie que haya peleado tanto como ella.

No sé si recuerdas como empezó a escasear la comida, el agua e incluso los medicamentos, y ahí fue cuando mi infierno personal empezó, mi esposa enfermó, nunca supe de qué, no hubieron médicos que me pudieran ayudar, yo no me quería involucrar en las facciones que ya se habían formado, mi familia y yo nos manteníamos al margen, pero cuando mi esposa ya no salía de la cama por los dolores que le daban me tuve que acercar al grupo al que pertenezco, recuerdo que mi hijo mayor no quería que me acercara a la zona de guerra, me fue siguiendo todo el tramo y aunque yo le gritaba que se regresara mi niño era más terco que yo.

Yo creí, juro que creí que se regresó, sino, no hubiera seguido avanzado (empieza a llorar, lo que hace que Perseo se sienta incómodo, pero a la vez la historia lo tiene completamente atrapado) todo pasó tan rápido, no vi venir la bomba que cayó, todo voló, sentí un dolor tan agudo, y un pitido largo que ensordecía todo.

Cuando la inconciencia me estaba llegando, sentí un pequeño cuerpo arrastrándose a mí, sentí como mi hijo me llamaba, abrí de nuevo los ojos y vi su hermosa cara, pensé en su madre y me maldije por abandonarla así, pero antes de caer al vacío, otra explosión cayó y me arrastró la inconciencia.

Desperté meses después, con el brazo amputado, la cara desfigurada y sin familia, lo primero que pregunté al despertar fue por mi hijo, pero nadie me dio razones, me dijeron que lo más probable que no hubieran quedado rastros de él después de los estallidos, nuca supimos que estábamos en medio de un fuego cruzado.

Lo siguiente que hice es ir a buscar a mi esposa en cuanto pude… llegué a la casa con esperanza de… no sé bien de qué… (Jasón se queda en silencio, por un largo rato recordando el horror, Perseo no osa apresurarlo ni interrumpirlo) encontré su cuerpo en la cama en posición fetal (Jasón vuelve a romper en llanto, mientras se agarra la cabeza, Perseo siente un nudo en la garganta al saber justamente de qué habla aquel hombre, se quiso acercar, pero decidió que quería escuchar toda la historia, lo necesitaba a estas alturas)

Perdí todo por esta maldita guerra, después de eso no tenía a donde seguir, había perdido un hijo en la guerra, nunca supe de mi hijo menor, aunque lo sigo buscando y no pierdo la esperanza de verlo, antes de morir y reunirme con mi esposa y rogar por su perdón.

Daniel, yo me encontraba al borde del abismo, pero te vi, te vi ahí en la batalla llamándome, y tuve que bajar al infierno por recuperarte, pensé que lo había perdido todo, pero ahí estás frente a mí, todos estos años pensando que estabas muerto, y la vida me puso a casi completar la misión, no puedo creer que todos estos años enfrentándonos en batalla, los dos casi muertos a nuestras manos. Qué demonios estábamos haciendo, cómo no te reconocí. (Jasón se esconde el rostro entre las manos y sus hombros tiemblan)

Perseo (Daniel) se levanta lentamente y se sienta aun lado de Jasón, aun no puede abrazarlo, solo le pone la mano en la espalda como diciendo que ahí está.

Perseo empieza a contar su historia:

“Mi historia no es muy larga… padre. Lo único que recuerdo es despertar y estar destrozado, físicamente y mentalmente, no recordaba casi nada, solo en sueños me venían sonidos, imágenes de mi familia.

Después de que me cocieron, me cobijaron, puede ponerme en pie y el único sentido de la vida que encontré fue acabar con los malditos que nos hicieron esto. Tu facción fue la que lanzó el ataque, y por eso nos vimos envueltos en esas explosiones (Jasón se empieza a reír largamente y su risa termina en llanto. Hasta que vuelve a calmarse, Daniel lo mira extrañado pensando que perdió la cabeza por el impacto)

Dediqué mi vida a vengarme de ellos, entrené y me volví más fuerte, peleé hasta el cansancio, defendí nuestros territorios y…

Perseo interrumpe, aclarando:

-Hijo, ¿no ves? Esta maldita guerra es el problema, cuantas historias no habrán como la nuestra, nos dijeron lo mismo a los dos, ellos culpan a los tuyos por lo que me pasó, justo me dijeron que ellos empezaron los bombardeos, a estas alturas ya no tiene caso buscar quien hizo qué. Estamos juntos al fin y debemos recuperarnos y buscar a tu hermano.

-Padre, pero necesitamos hacer algo, yo no puedo abandonar a los míos, hay familias que dependen de esas raciones que encontramos, y… (Se queda pensativo) papá creo que debemos parar esta guerra, ¿cuántos años no hemos perdido?

-Hijo eso es imposible, son más de 15 años de enfrentamiento, hay política involucrada, hay gente poderosa que se beneficia de esto, de mantenernos en guerra, el sistema está podrido.

-Si podemos, y debemos, va a costar mucho, pero no es imposible, sé que de tu lado también hay gente inocente, ahora lo veo. Lo debemos hacer por mamá… ella nos reunió… vi su cara papá, antes, allá en medio de la inconciencia, vi su sonrisa y su cabello hermoso, pensé que era un ángel, pero cuando me contaste tu historia, y te reconocí los recuerdos vienen más a mí.

Jasón y Perseo se vieron largamente, y por un momento solo fueron de nuevo Robert y Daniel, Padre e hijo, se abrazaron fuerte y lloraron, aquellos hombres que se enfrentaban casi diario en batallas campales, ahora debían aceptar el destino que se acercaba.

Y ahí en esa cueva nacía lo que sería el fin de la guerra, pero en ese momento solo eran dos seres humanos agradecidos por volverse a ver.

Yo si me quiero ir a la chingada
Oliver, un niño sin preocupaciones

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