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Un berrinche sucede cuando un deseo del niño no se cumple, mientras una crisis es el desborde de emociones que no puede controlar.

Otra señal es que el berrinche se termina en un tiempo más corto, cuando le cambias el tema o le das otra cosa como consuelo; mientras la crisis dura hasta por horas y no hay otra cosa que lo saque de esa situación.

Los niños con autismo pueden tener berrinches por el solo hecho de ser niños y con el tiempo pueden superarlos porque aprenden que no todo se les puede dar.

Sin embargo, las crisis ocasionadas por una descarga sensorial podrían no solo manifestarse en la niñez, sino acompañarlos por el resto de su vida; si se ignora que es una crisis y no se crean estrategias para controlarlas.

Respecto a un berrinche, la clave es anticiparles lo que va a suceder, por ejemplo, si solo voy al supermercado por leche y pan, decirle claramente que es lo único que van a comprar en dado caso mostrarles el dinero y que solo alcanza para eso. Si el niño en el transcurso del recorrido señala un dulce o un objeto, repetirle, “recuerdas que solo venimos por leche y pan”; decirles frases negativas como: “no voy a comprar eso”, “no te pongas pesado” solo aumentará su estrés, se debe recordar el acuerdo en que habían quedado y reafirmar con hechos sin ceder.

En cuanto a las crisis sensoriales en un ambiente como lo es un supermercado, suelen suceder, porque hay mucha gente, porque hay muchos sonidos a la vez, porque hay muchos olores al mismo tiempo, por los cambios de temperatura entre cada pasillo, recuerda que un niño con autismo no puede aislar cada elemento; todos entran en conjunto a sus sentidos y es difícil procesarlos.

En una crisis sensorial no hay deseos por obtener algo ni capricho por cumplir, no es un niño malcriado que está gritando y llorando cada vez más fuerte sin poder parar, es un niño con los sentidos más agudos sin saber qué hacer con lo que siente.

La idea no es dejar al niño en casa para evitar una crisis y no pasar un mal rato entre la gente que observa a tu hijo, poco a poco se le enseña a tolerar lo que lo abruma.

Una estrategia de intervención que puede ayudar, es anticipar al niño a donde vamos a ir, que haremos ahí, tratar de ir en horarios cuando no hay tanta gente y poco a poco llevarlo cuando hay más gente hasta que lo tolere.

Iniciar con compras cortas, solo ir por máximo cinco artículos hasta que él ayude a hacer la lista de víveres completa empujando el carro; de esta manera él tendrá una tarea asignada y se sentirá útil en lugar de abrumado. 

A algunos les funciona los tapones aislantes de ruido, solo que, si se depende de ellos, se deben tener siempre listos y a la mano a la hora de salir.

Su peluche favorito resulta ser un buen acompañante, si está hecho de su textura favorita con más razón, aparte de que ahí descarga su ansiedad a través del contacto; solo procura que siempre esté limpio y a la mano a la hora de salir, y que no lo olvide en algún pasillo del supermercado pues no solo es su objeto de apego, para muchos niños es su amigo.

No olvides que a pesar de prepararlo puede presentar una crisis, entonces debes utilizar una herramienta psicopedagógica que funcione siempre en cualquier ambiente (escolar, hogar, el parque, la parada del autobús), para que él se sienta familiarizado.

En cuanto empiece a llorar, el adulto se posiciona a la altura del niño y le busca la mirada, debe verlo firme y hablarle con frases de máximo tres palabras. “Tranquilo”, “que paso”, “ven conmigo”; y llevarlo a un lugar donde no exista tanto estímulo, que se siente en un lugar donde no pueda lastimarse, no importa que sea el piso e invitarlo a que haga lo más que pueda la posición fetal.

Si lo permite acariciarle la espalda y decirle frases que lo calmen. Se debe procurar que no se autolesione o lesione a alguien más, es importante sujetarlo con firmeza sin ceder si lo llega a hacer; jamás responder con la misma agresión, golpe, rasguño o patada; solo le reafirma que esas conductas son idóneas para comunicarse.

Solo describo un ejemplo, una alternativa de apoyo, por la experiencia que tengo con mis hijos, ambos con autismo, y la técnica que nos funcionó; siempre la apliqué en casa o un lugar fuera de ella. Lo más importante es que los padres nunca deben dejar de hablarles, aunque parezca que no hacen caso, recordemos que algunos de ellos desvían la mirada mas no la atención.

Algunos niños con autismo, no siempre presentan crisis sensoriales y van con gusto al supermercado, pero van saltando de puntillas, aleteando, entre el caminar van girando o haciendo ruidos; lo hacen para autorregular la sobrecarga sensorial y no se les debe hacer sentir mal por ello; pensemos que esas conductas son propias de ellos y en nada nos dañan, son preferibles a que tengan una crisis.

Para terminar, un berrinche solo es pasajero y si no se cumple su deseo no es motivo de una crisis, muchos padres con ese temor les proporcionan su capricho lo que ocasiona que el niño crezca sin límites, reglas ni figura de autoridad, recordemos que la niñez es una etapa y hay que enseñarles cómo funciona vivir sanamente.

El desorden de integración sensorial es algo que acompañará al niño con autismo durante toda su vida y entre más temprano lo apoyemos a tolerar todo lo que abruma mejorará su calidad de vida y de quienes lo cuidan; sin olvidar que él mismo va construyendo sus propias herramientas de autorregulación y que no se le debe juzgar para no afectar su autoestima.

Autor: Mariposa Monarca, mujer con autismo que tiene dos hijos con autismo.

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