No es una ley, ni una regla a seguir; pues todos los escritores nos esforzamos en tener una característica que precisa de ser indispensable en nuestra labor. Y esa característica es el estilo propio. Mi trabajo si bien, ha buscado también el suyo, en esta ocasión escribiré algo distinto a lo que usualmente están acostumbrados a leer, y con la seriedad requerida. Pues el tema que he seleccionado lo amerita. En dicha nota, hablaremos de una pandemia, una que se ha acrecentado con la llegada del COVID y de la que irónicamente, aún se desconoce bastante.
Si bien, el 13 de enero se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión, el Día Mundial para la Prevención del Suicidio resulta ser todavía del desconocimiento de muchas personas alrededor del mundo. El 10 de septiembre, no obstante, es justamente la fecha en la que se busca crear conciencia sobre esta realidad tan trágica que cada año les arrebata la vida a millones de personas. En México, de acuerdo con datos arrojados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) hasta el año 2017 la tasa de suicidio fue de 5.2 por cada 100 mil habitantes. Actualmente, es considerada como la quinta causa de muerte en menores de edad. Las causas por las que una persona en general recurre al suicidio son variadas, sin embargo, entre las razones que destacan se encuentran; el haber sufrido algún tipo de abuso, violencia física, sexual o psicológica.
Infelizmente, a pesar de la gravedad y de las alarmantes cifras que el suicidio ha arrojado en los últimos años, este tema sigue sin cobrar la relevancia necesaria para poder evitarlo. Pues otra razón que incentiva al suicidio es la depresión, otro tema del que es importante informarse. Las personas que sufren depresión y que han visto en el suicidio una posible salida a su sufrimiento, son minimizadas. Los motivos que las llevan a pensar en quitarse la vida, son considerados insignificantes ya que, la depresión suele confundirse con la tristeza, o en su defecto con la tristeza profunda, sin imaginarse que desde hace tiempo la depresión fue clasificada como una enfermedad mental.
Intentar empatizar con una persona que ha considerado quitarse la vida parece impensable. Hasta cierto punto absurdo, pero es necesario que al menos como sociedad, intentemos dimensionar el grado de desesperación por el que un ser humano atraviesa para considerar la muerte como un escape. Los sentimientos de tristeza, frustración y decepción que los orillan a pensar de ese modo, no deben ser subestimados, ni tampoco tomados a forma de broma. Son una señal de alerta, la cual tiende inclusive a esconderse tras una sonrisa.
En ocasiones, lo que hace desistir a una persona de privarse de la vida es ser escuchada. Conocer sus necesidades y el origen de sus pensamientos. Lejos de juzgarla y de restarle importancia a su sentir, es vital mostrarse comprensivo y también dispuesto a ayudarla, aun cuando tras una sonrisa intente hacer creer que todo está bien. Esa sonrisa solo esconde miedo y hasta vergüenza ya que, la “tristeza” ha sido establecida como sinónimo de debilidad, y como a su vez, la tristeza y la depresión han sido tomados como iguales, resulta ser totalmente comprensible, que esa persona no tenga deseos de reconocer sus verdaderos sentimientos. Por esa razón es que es necesario comenzar a cobrar conciencia sobre la importancia de la salud mental. Y sobre el tratamiento que realmente se requiere. Es vital no restarle importancia a las insinuaciones suicidas que realiza una persona tras aparentes “bromas”. Quizá la próxima vez que veas sonreír a alguno de tus amigos, o a un miembro de tu familia, deberías preguntarte si realmente busca hacerte reír con sus comentarios, o si lo hace para pintarte esa sonrisa que nadie puede pintar en su rostro.
[…] a otra ciudad y dejamos de frecuentarnos. Fue maravilloso verla tan guapa y exitosa, sin embargo, su sonrisa parecía un poco forzada y faltaba ese hermoso brillo en sus ojos que siempre iluminaba a todos los que convivimos con ella […]