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Aquí estoy sumido en una tristeza lacerante de mi alma y de mi corazón. Por culpa de un amor desgastante y traicionero. Una botella de whisky me acompaña tratando de mitigar un poco este dolor insoportable.

Con cada trago sorbido con rabia y desesperación, llegan a mi mente esos momentos decepcionantes de hace escasos minutos. Cuando descubrí el tipo de persona con la que estaba haciendo vida de pareja. Ya un amigo me había comentado hace unos días, pero hasta discutí con él y salí de pleito, porque me parecía una mentira intolerante.

Pero cuánta razón tenía mi amigo, y yo lo había tratado con una dureza no propia de su mano amiga.

Desde lejos pude distinguirla colgada del cuello de un tipo fornido muy parecido con ella, como si existieran lazos consanguíneos entre ellos. Pero según su historia familiar ella es hija única, y pronto me quité de mi cabeza, esa historia no creíble y tan falta de argumentos.

Cuando los vi muy acaramelados, quise correr a hacer el reclamo pertinente en estos casos, pero decidí mejor alejarme, porque me conozco y pierdo muy fácilmente los estribos, y hubiera sido capaz hasta de quitarles la vida.

Por eso apelé a mi cordura, y mejor corrí literalmente hasta ese bar muy cercano a mi domicilio, donde me reúno muy frecuentemente con mis amigos, y ahora aquí estoy queriendo apagar este dolor, con la amigable compañía del alcohol y del cantinero, quien a partir de hoy se ha convertido en mi cuate y confidente, el cual me ha escuchado con paciencia y sin realizar ningún tipo de juicio hacia mi persona.

Estaba ya un poco alcoholizado cuando se hizo presente mi amigo, quien me había comentado de la infidelidad de mi esposa, recibiéndolo con camaradería fraterna. Y entonces cambié de confidente, dejando al cantinero libre de mis pesares. Y ahora mi amigo escuchó mis versiones con aparente comprensión, abrazándome el alma tan aporreada por estos momentos desastrosos de mi vida.

Al momento de terminar mi relato, mi teléfono celular suena insistentemente, y ahí está del otro lado mi esposa, queriendo tener comunicación conmigo. Obviamente corté la llamada, dibujando en mi rostro un rictus de quejumbrosa amargura.

Aunque siguió sonando varias veces, hasta que la pila de mi celular cumplió con su labor de ese día, apagándose de manera imprevista, y dándole un respiro a esta desolación  tan fuerte de mi estado de ánimo.

Pero ahora el cantinero ha cambiado de confidente, y escucha a un cliente, quien dice sentirse muy feliz de haber encontrado a su hermana gemela, y eso lo tiene muy contento y dicharachero. Cuando escuché esa narrativa, mis ojos se toparon con el dueño de esa historia, y para mi sorpresa es el hombre con quien había visto a mi esposa hace unas horas, y entonces me regresó el alma al cuerpo, quedándome clara toda esa fantasía de mi mente loca, bebiéndome el trago amargo de mi confusión, y corriendo a abrazar a mi cuñado quien me recibió con una cordialidad y amabilidad, tan propia de esa hermandad con mi esposa, porque son como dos gotas de agua, tan parecidos en su físico, como en sus sentimientos de clase mundial.

Y entonces sin reclamos ni malos tratos, todo regresó a la normalidad, en la vida de ese afortunado hombre, al conocerse esta maravillosa verdad, digna de contarse y de aplaudirse, para que todo el mundo la conozca.

El don de poder ver a los muertos
Carabina maldita

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