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Tengo fama de ser una persona optimista, dicen que siempre encuentro el lado positivo de cada situación, que en todo encuentro un motivo de alegría, que todo el tiempo estoy feliz aunque parezca no haber una buena razón.

La verdad es muy distinta.  No siempre es tan fácil mantenerme optimista y feliz. A veces las cosas no son como yo quisiera… Y a veces me siento triste… Pero procuro que nadie me vea cuando no estoy feliz.

Hay cosas que no entiendo y me llego a deprimir. Hay días que me duele el cuerpo, o que parece que no funciona, no obedece, y eso me pone triste… No quiero que deje de servir.

Otras veces me duele el alma, y aún cuando sé cómo debería reaccionar, no siempre consigo sentirme feliz o hacer que los que están más cerca de mi se sientan alegres… Y entonces me siento triste.

Me es más fácil escribir.

Y a veces me siento triste y no puedo expresar mis emociones con palabras de mi boca, porque entre el camino desde el corazón, se me atoran en la garganta y se ahogan, y no alcanzan a salir.

Y entonces, cuando me invaden los sentimientos bajos, me resulta más fácil escribir. Y entre palabra y palabra, se entretejen los sollozos, y fluyen las frases, las ideas y las lágrimas… No siempre es fácil sentirme feliz.

Y es frustrante poder escribir mensajes, cuentos y consejos, y que tantas personas los lean y los entiendan, excepto yo misma tantas veces, o no lograr que llegue al alma de quienes están más cerca de mi.

Y a veces me siento cansada, y a veces no sé cómo debo decir lo que les quiero compartir. Y a veces me siento triste porque logro motivar a muchas personas a distancia, pero es tan difícil inspirar a quienes están justo frente a mi.

Levanto la vista y decido sonreír.

Y entonces mis propias palabras resuenan en mis pensamientos, y me gritan aquellas palabra que alguna vez escribí, y me recuerdan que yo decido y puedo controlar mis sentimientos. ¡Yo tengo el poder de decidir!

Y entonces me pongo egoísta, y pienso primero en mi, levanto el rostro, sonrió y recuerdo que cada quien decide cómo se quiere sentir.

Y entonces me miro al espejo y me digo lo maravillosa que soy y me felicito por hacer lo que hago, y reconozco los talentos que viven en mi.

Y entonces decido sentirme feliz, agradecida y optimista, aunque pudieran sobrar razones para sentirme triste, decido hacerlas a un lado para enfocarme aunque sea en una sola que me provoque sonreir.

Y así, siendo la más egoísta de todas las personas egoístas, me propongo pensar sólo en mi y dedicarme a sentirme feliz… Porque sé que cuando mi alma se desborda de alegría y optimismo… Es entonces y sólo entonces, cuando vuelvo a estar lista para poderlo compartir.

Y a veces me siento triste, pero decido ser feliz, porque es la mejor manera de compartir mi optimismo y así hacerte sonreír.

Mi doctora favorita
Pensar el voto. Una batalla por la funcionalidad de la democracia.

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