Amo tu compromiso y tu confianza para realizar todo aquello que te propones, pero detesto tu debilidad por el alcohol y por la obseción de permanecer atento a las redes sociales. Sé que tienes sueños y metas que quieres alcanzar, y que trabajas duro para lograrlos. Admiro tu determinación y tu pasión por lo que haces. Pero también veo cómo te pierdes en el vicio y la distracción, cómo te alejas de la realidad y de mí. Veo cómo el alcohol te consume y te cambia, cómo te hace olvidar de tus responsabilidades y de tus afectos. Veo cómo las redes sociales te absorben y te aíslan, cómo te hacen depender de la aprobación y la atención de los demás. Veo cómo te pierdo poco a poco, y me duele.
Amo tu capacidad de estar de buen humor y sonreír aún en las más adversas situaciones, pero detesto tu mal humor y tus respuestas agresivas cuando tan sólo intento saber como te fue el día de hoy. Sé que eres una persona optimista y alegre, que sabes ver el lado positivo de las cosas y que contagias tu entusiasmo a los que te rodean. Adoro tu sonrisa y tu risa, que iluminan mi vida. Pero también veo cómo te enojas y te irritas por cualquier cosa, cómo me tratas mal y me hieres con tus palabras. Veo cómo te cierras y te encierras, cómo me rechazas y me ignoras. Veo cómo me alejas de ti, y me duele.
Amo tu capacidad de perdonar, pero detesto tu capacidad para guardar rencor. Sé que eres una persona generosa y compasiva, que sabes dar segundas oportunidades y que no juzgas a nadie. Aprecio tu bondad y tu tolerancia, que me hacen sentir aceptada y querida. Pero también veo cómo guardas resentimiento y rencor, cómo te aferras al pasado y a las heridas. Veo cómo me reprochas y me culpas, cómo me castigas y me haces sufrir. Veo cómo me lastimas, y me duele.
Eres lo que siempre quise y al mismo tiempo eres lo que siempre detesté. Eres una contradicción, un enigma, un misterio. Eres mi amor y mi dolor, mi alegría y mi tristeza, mi esperanza y mi desesperación. Eres todo y nada, eres tú y yo, eres nosotros.
