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He escuchado tantas veces y a tantas personas decir que la vida les enseñó a ser egoístas y a que deben pensar: “primero Yo, luego Yo y siempre Yo” que, sinceramente, hasta pena me da decirles que esa tan trillada frase que ellos expresan como grande y profunda filosofía de vida, los pone en evidencia de que, en realidad, si es que eso es lo que han aprendido, entonces no han entendido nada.

Generalmente se justifican con anécdotas (acompañadas de graves gestos de dolor y amargura espiritual) en que narran lo mucho que ellos han aportado al mundo y los muchos favores que han hecho a los demás, y lo mal que les han pagado…

El primer punto que me brinca aquí, es que, si hacemos un favor, no deberíamos esperar un pago de regreso… -los favores se pagan, no se cobran-.

Cuando alguien nos hace un favor, creo que siempre debemos sentir el compromiso de ser agradecidos y de alguna manera demostrar nuestro agradecimiento.  Pero cuando somos nosotros quienes lo hacemos, no nos corresponde andarlo cobrando o esperar algo a cambio de parte del beneficiado.  En el momento que esperamos cobrarlo, deja de ser un favor y se convierte en la venta de un servicio, y en tal caso, deberíamos dejar establecido el precio desde un principio.

Somos muy afortunados cada vez que estamos del lado del que puede hacer favores a los demás en vez de estar del lado del que tiene la necesidad de solicitarlos.

Si nos estancamos en esa pobre y vulgar filosofía del “primero yo, luego yo y siempre yo”, ciertamente nos estamos bloqueando, dejando inútiles nuestros “terrenos de cultivo”.  Hay leyes universales que resultan sencillamente inconmutables, y una de ellas, quizás la más importante, es: la ley de la siembra y la cosecha.

Mi sugerencia es que, cada vez que te comuniques con alguien, conocido o nuevo contacto, encuentres la respuesta a la siguiente pregunta: “¿Cómo puedo enriquecer tu vida?”.

Ya sea que se lo preguntes de manera directa o lo descubras en el transcurso de la conversación, lo importante es encontrar de qué manera puedes agregar valor a la vida de los demás.

¿Cómo puedo enriquecer tu vida? Si definitivamente, no encuentras ninguna buena respuesta a esto, lo más saludable será seguir adelante. No pierdas tu valioso tiempo en tierras malas. Busca siempre en dónde sembrar semillas de riqueza física, mental y espiritual, que aún cuando no todas germinen,  inevitablemente te llegará el tiempo de la buena y feliz cosecha.

Precios increíbles hasta la puerta de tu casa.
Pájaro
El sentido del humor del mexicano

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