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Hablar de Vicente Leñero (1933-2014) es adentrase en la obra de uno de los escritores de mayor trascendencia en la literatura mexicana contemporánea, estudió ingeniería civil, más no ejerció la profesión para dedicar su vida a la literatura, destacando entre su producción novelas como Los albañiles (1963), ganadora del Premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral, Estudio Q (1965), El garabato (1967), Los periodistas (1978) en la que cuenta cómo fue la caída del periódico Excélsior en 1976, despidiéndose del género en 1999 con La vida que se va.

Leñero no solamente exploró las letras, también las imágenes, y lo hizo a través de la escritura de guiones para la gran pantalla, o libros cinematográficos como él los denominaba. Su labor en los medios comenzó en la radio y la televisión, misma que se combinó con su experiencia como dramaturgo.

Sus primeros trabajos como guionista fueron colaboraciones con Francisco del Villar, en las cintas El monasterio de los buitres (1972) y El llanto de la tortuga (1974), participaciones en las que Leñero no se sintió conforme y que estaban alejadas de los experimentos narrativos que desarrollaría en trabajos posteriores, para realizadores como Arturo Ripstein con Cadena perpetua (1978), Mariana, Mariana (1987) de Alberto Isaac y bajo la dirección de Alejandro Pelayo, Miroslava (1992).

Imagen: IMER

Leñero ha sido en el cine un adaptador de historias contenidas en obras literarias previas, de estas traslaciones del papel a la pantalla, ha sido especialmente interesante su colaboración con el cineasta Jorge Fons (1939), con quien trabajó en tres cintas pertenecientes a tres diferentes etapas del cine mexicano, Los albañiles (1976) durante la Apertura Cinematográfica, El callejón de los milagros (1995) adscrita al Nuevo Cine Mexicano y El atentado (2010), como parte de las producciones que celebraron el bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución Mexicana.  

Un aspecto importante en dichas producciones es la mirada experimental de Leñero en la construcción de los guiones, aspecto que se traduce en tramas no lineales donde los acontecimientos son vistos desde la mirada de diferentes personajes, o bien, diferentes planos narrativos en los que un mismo espacio y tiempo se puede contar de manera independiente a partir de los diferentes hechos ocurridos de manera simultánea.

Los albañiles es una adaptación que hace Leñero de su propia novela homónima, ambientada en el medio de la construcción, con el que se relacionó en sus primeros años como ingeniero. Fue su primera colaboración con Jorge Fons, quien ya había dirigido cuatro años antes Los cachorros, basada en una novela corta de Mario Vargas Llosa. Posteriormente realizó la emblemática cinta Rojo amanecer en 1988.  

El estilo narrativo de la película presenta los diferentes enfoques de los personajes ante la muerte del protagonista, el velador don Jesús (Ignacio López Tarso), en circunstancias que hacen suponer un crimen, mostrándose a su vez diferentes contextos que sitúan al espectador ante el protagonista, su relación con los compañeros de trabajo o las mujeres, los cuales son cruciales para formar conjeturas sobre su final.

Al realizar la adaptación de su propia novela, Leñero mencionó que la traslación de lo que él denominaba una gramática literaria a una cinematográfica, significó en el caso de Los albañiles una condensación de la trama literaria, sacrificándose escenas, parlamentos y monólogos.

Fons como realizador buscó una fuerte carga de realismo, concentrándose en mostrar el ambiente del medio de la construcción más que la simbología religiosa contenida en la novela, por lo que se interactuó con albañiles, yeseros, pintores y carpinteros reales, además de utilizar para la cinta un conjunto habitacional que se estaba construyendo en la zona de Xochimilco.

La película fue merecedora del Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, hecho que en aquel momento resultó sorpresivo para Jorge Fons.

La segunda colaboración conjunta Leñero-Fons aconteció en la década de 1990, y llevó por título El callejón de los milagros, esta película es una adaptación de la novela homónima del escritor egipcio Naguib Mahfuz publicada en 1947, quien ganó el Premio Nobel de Literatura en 1988.

Llevar al celuloide esta historia fue un hecho complejo, por lo que la participación de Vicente Leñero en la elaboración del guion fue crucial para su desarrollo, quien convirtió la novela original de Mahfuz, de estructura lineal, estilo costumbrista y ubicada en un contexto social musulmán de los años cuarenta, en una trama experimental ambientada en la Ciudad de México en la década de los noventa.

Leñero consideró la novela original “muy plana para el cine”, por lo que pensó dividirla en cuatro y experimentar nuevamente con la técnica del punto de vista, que ya había trabajado previamente en Los albañiles. De esta manera, El callejón de los milagros relata los acontecimientos ocurridos a diferentes personajes, aspecto que permite la división de las historias en viñetas independientes conectadas entre sí. Un hecho secundario narrado en una de estas viñetas se convierte en el eje central de la siguiente, ya que todo se percibe desde las diferentes vivencias de los personajes que comparten un mismo espacio y tiempo. 

Alma (Salma Hayek) es la figura femenina predominante. En su imaginario prevalece la idea de explorar una realidad diferente a la que ha conocido toda su vida, la partida de su novio Abel (Bruno Bichir) y Chava (Juan Manuel Bernal) a los Estados Unidos establece un cambio que conduce de manera paulatina a un final trágico.

El callejón de los milagros se rodó en siete semanas, y tiene como uno de sus principales ingredientes el tema del amor en sus diferentes manifestaciones. A diferencia de la novela original en la que los amantes se separan, la película de Jorge Fons los une en medio de la tragedia.

Don Ru (Ernesto Gómez Cruz), Susanita (Margarita Sanz), Doña Cata (María Rojo), Maru (Tiaré Scanda) o José Luis (Daniel Giménez Cacho) forman parte de las historias que rodean a Alma, ofreciendo un contexto naturalista de la sociedad mexicana contemporánea.

La última colaboración Leñero-Fons fue la cinta de 2010 El atentado, parte del catálogo de producciones cinematográficas realizadas para conmemorar el centenario de la Revolución Mexicana. La adaptación de Leñero tuvo como base la novela del autor mexicano Álvaro Uribe Expedientes del atentado, de corte experimental, aspecto que permitió nuevamente la elaboración de un guión contado a partir de diferentes puntos de vista que convergen en el tiempo y el espacio en el que se sitúa la trama.

Observar un filme con las características de El Atentado conduce a la reflexión constante, ya que existen en las acciones de los personajes así como en sus parlamentos, constantes referencias a un acontecimiento general del cual se desprenden a manera de cajas chinas una serie de elementos que dotan de independencia a cada una de las secuencias de la película.

El presidente Porfirio Díaz (Arturo Beristáin), el escritor y político Federico Gamboa (Daniel Giménez Cacho), su amante Cordelia Godoy (Irene Azuela) y el protagonista Arnulfo Arroyo (José María Yazpik) se convierten en piezas fundamentales de esta historia cuyo eje es el intento de asesinato de Díaz, la mañana del 16 de septiembre de 1897.

El agresor, imagina el hecho desde realidades posibles, llevando a la pregunta, ¿qué hubiera pasado si?…, en el que los escenarios mentales no llegan a realizarse de manera cabal, existiendo aproximaciones con resultados variables. Las acciones de Arroyo se traducen simplemente en un atentado, que de haberse consumado habría cambiado por completo el rumbo de la historia de México.

Fons en su ya representativo manejo de la escena cinematográfica, utiliza tonalidades y la estética del teatro de carpa para mostrar el contexto político de la época y las consecuencias para el perpetrador material del hecho. La presencia de Federico Gamboa, autor de la novela Santa (1903), adquiere en la película un papel matizado por su relación con Arroyo y el romance con Cordelia, pero también busca dar un sentido a los acontecimientos, aspecto que está mucho más presente en la novela de Álvaro Uribe, quien la cataloga como “pseudo documental”.

Para el realizador de la cinta la novela Expedientes del atentado le resultó seductora, interesándole más que la acción del personaje de Arroyo, sus mecanismos imaginativos en torno a las diferentes formas de llevar a cabo el atentado contra el presidente, a quien ofende constantemente en las coplas que canta, guitarra en mano, en algunos pasajes del film.

La participación de Vicente Leñero en este proyecto se debió a la facilidad de comunicación que tuvo con Fons en Los albañiles y El callejón de los milagros, aunado a que ambos han tenido una fuerte relación con el teatro, asimismo los juegos narrativos de Uribe interesaron a Leñero, quien tuvo inclinación por historias contadas de forma poco tradicional.

El atentado configura un espacio-tiempo a partir de escenografías delimitadas por perspectivas arquitectónicas, referencialidad de una ciudad de México que forma parte del pasado, lo mismo que Arroyo y su tragedia.

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