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Eran las once cuarenta y cinco de la mañana, el avión de Volaris aterrizaba en el Aeropuerto de Cancún, Quintana Roo. Jaime y su esposa descendieron en medio de los demás pasajeros, cada uno llevaba una maleta rodante y su bolsa de mano.

Solo estarían cuatro días y guardaron los objetos necesarios, ropa y zapatos cómodos, para andar en las cálidas playas de arena blanca y el mar azul turquesa, de esa privilegiada región del sureste mexicano.

Caminaron largos pasillos, hasta llegar a la puerta de salida, en donde ya los esperaban una densa nube de comisionistas, taxistas y empleados de las agencias arrendadoras de vehículos. Decir temporada baja, es porque así lo promocionan las empresas turísticas, lo cierto es, que en la aeronave que los transportó, no vieron un asiento vacío.

El principal sostén de la economía local.

Víctor, un amable taxista de Cozumel, que al día siguiente los llevó a la encantadora playa de Palm Springs, con acento típico, confirmó lo anterior. Señor, hay poco movimiento, porque sólo están llegando al muelle de tres a cuatro cruceros, en temporada alta, arriban miles de pasajeros, principalmente de Estados Unidos, en cuando menos diez embarcaciones monumentales cada semana a la isla. La captación de la divisa norteamericana es cuantiosa en buena parte del año y representa el principal sostén de la economía local.

Ni duda cabe, el motor que mueve la vida en esa concurrida zona del Caribe es el turismo, esa fue la visión y la intención del Gobierno Federal hace cincuenta años, con los primeros desarrollos turísticos en Cancún, que después se extendieron a la Riviera Maya. Ahora se aprecia como uno de los mejores destinos vacacionales y de descanso del país, y cuenta con una de las mayores infraestructuras del ramo en Latinoamérica.

Jaime quedó asombrado al ver la terminal aérea de Cancún, congestionada y atiborrada de tiendas y restaurantes de franquicias internacionales, por donde desfilan sin cesar turistas de todo el mundo. Hace pensar en ese territorio como un edén, sugerente para cualquier actividad e interés, desde el simple relajamiento o diversión, hasta las inversiones y negocios, que florecen a paso acelerado.

No todo es color de rosa en la famosa Riviera Maya.

Pero no todo es color de rosa en la famosa Riviera Maya, el auge del turismo y la bonanza económica, han atraído a organizaciones criminales que operan redes de prostitución, narcotráfico y otros delitos comunes, causantes de la violencia e inseguridad que padecen, en los últimos años, los locales y turistas. La nota roja que circula en los informativos nacionales, curiosamente magnificada y de amplia cobertura, contrasta con la versión del taxista de Cozumel, que dijo había tranquilidad por el trabajo de las corporaciones de seguridad. Tenemos que cuidar el turismo, de eso vivimos.

Con sistemas de comunicación de vanguardia y una funcional red de carreteras, en la Riviera Maya, se goza de una eficiente conectividad y movilidad. Los turistas tienen opciones para transportarse y comunicarse con facilidad. Los sitios de hospedaje, playas y otros destinos para la recreación, están interconectados y con accesibilidad. Lo anterior, puede comprobarse en un viaje por el servicio del Ferry, de Playa del Carmen a Cozumel.

La recreación, el descanso y la diversión están asegurados. Caminar por la Quinta Avenida en Playa del Carmen, ofrece al paseante innumerables formas de disfrutar de la vida, comer, beber, comprar, bailar o simplemente deleitarse curioseando y admirando un sinfín de expresiones culturales y del buen vivir. Hay para cualquier gusto y bolsillo, aunque destacan en la avenida tiendas y restaurantes de lujo, solo para turistas de alto poder adquisitivo. Es también en esta municipalidad, donde se encuentra Xcaret, el impresionante Parque Temático y de desarrollo ecoturístico.

Por otra parte, Tulum, con sus prodigiosas playas y el único asentamiento prehispánico a la orilla del mar, arrastra una fuerte corriente de visitantes, muchos extranjeros, que llegan en búsqueda de más descanso y menos acción. En sus tierras o cercanos, son también muy visitados los emblemáticos cenotes, que representan otra interesante atracción. Aunque la apertura de esos lugares sagrados, haya significado una invasión y una ofensa a su natural vocación, porque hoy en día algunos parecen albercas públicas.

El mexicano común se siente desconocido en su propia tierra.

Para Jaime, está claro, que el turismo fue el gran detonante del crecimiento y desarrollo, y ahora prosperidad de esa zona de la República Mexicana, sin embargo, se tiene que anotar y valorar el impacto de algunos saldos negativos. El principal, el daño causado a los ecosistemas naturales de la región, al modificar su estado original. Seguido, por la tendencia a dolarizar la economía, y en consecuencia elevar el costo de los satisfactores para los locales y el turismo nacional. El mexicano común se siente desconocido en su propia tierra. Esa no es una bondad del turismo.

De regreso con su esposa a casa, Jaime recapitula y resume la experiencia; descubrió otra realidad, reconociendo a México como un país de injustos y perennes contrastes, que guardan relación con su compleja y singular historia, pero también con la cultura generada a partir de la posrevolución, donde se acentuaron los vicios y prácticas de corrupción en la administración de los recursos públicos y bienes de la nación. En el País existen oasis de riqueza y progreso, además de regiones con lacerante pobreza y atraso.

Hasta la próxima

La Leyenda de la Tarasca

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