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Pertenezco a la generación que creció con los cuentos de hadas, cuando todavía nos contaban cuentos para ir a dormir porque nos relajaban con el clásico final: “Y fueron felices para siempre”. Las cosas se resolvían bien en cada historia sin importar de que tratara. La bella durmiente despertó con un beso de amor verdadero, la cenicienta se casó con su príncipe, los siete gansos volvieron a ser niños y el patito feo, que ni era pato ni era feo, voló libre con sus hermanos los cisnes en un cielo bello y azul de ensueño. En los últimos años, ha habido infinidad de opiniones que desvirtúan estos finales felices; porque según dicen, han dado una idea equivocada de como es realmente el mundo.

En la vida real, a las mujeres no las salva un príncipe, ni toda dificultad se resuelve mágicamente. El mundo es duro, la realidad cruda y ganarse la vida una gran dificultad.

Concuerdo con el hecho de que en parte el mundo es así(o de esa forma se ha ido construyendo).Sin embargo, creo que a final de cuentas esas historias no se escribieron para los adultos que tienen que enfrentar todas esas realidades, sino para los niños.

Y también para el ser limpio, inocente, lúdico y libre que alguna vez existió y aún sigue viviendo dentro de esos adultos.

Ese ser no necesita que le expliquen cuan difíciles son las cosas; sino que le muestren que cualquier cosa se puede resolver con amor.

Quiere tener la seguridad  de que todo es posible si  se esfuerza lo suficiente, le es indispensable creer que la magia no ha sido erradicada del mundo y que a la vuelta de la esquina lo espera el milagro que necesita.

Porque la imaginación nos da esperanza y ésta nos da la fortaleza que necesitamos para seguir adelante. Si no tuviéramos por lo menos  la mínima creencia de que todo en nuestra vida saldrá bien al final, entonces para qué seguiríamos viviendo?

Necesitamos creer que  hay una cura para nuestras enfermedades, una solución a nuestros problemas, un cielo para nuestros seres queridos que nos han abandonado, una razón para que exista la oscuridad y el sufrimiento en el mundo.

Por eso yo amo los finales felices, no importa si las historias cambian, si las princesas ahora salvan a los príncipes o si ya no existen los castillos ni los dragones.

Lo más importante es que todo termine bien, que al final sepamos que hubo una razón para todo, que nada de lo que ocurrió fue en vano, que las dificultades resultaron en fortalezas, que el sufrimiento nos hizo mas humanos, que todo lo que vivimos  tuvo un sentido y fue una aventura mágica, hermosa y extraordinaria.

Así como debería ser siempre la vida.

¿Teniendo un mal día?
Crónicas chilangas en tiempos de Don SARS-CoV-2

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