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Quise darle una explicación lógica a lo que veía, quizá era la sombra de los árboles y hojas próximas las que daban esa forma y para comprobarlo comencé a caminar despacio, sin perderlo de vista. ¡Y no, maldita sea! No, esa figura espectral me seguía, su cabeza giraba conforme me movía. Ya no sabía que hacer si correr, regresar o pedir ayuda, pero ¿a quién? Estoy en medio de la nada.

Tropecé, me incorporé y de inmediato busqué a la criatura, ya no estaba, sin pensarlo dos veces corrí hacia la cueva que ya estaba cerca, sólo unos pasos para entrar. Frene en seco, delante de mi cayó de pie esa maldita forma, me paralicé. No podía moverme conforme más podía ver su fisonomía más sabia que era mi fin. Su cuerpo era muy raro, sus pies eran una especie de pezuñas de un cerdo, las piernas delgadas y velludas como de caballo y el torso sin pelo, lampiño.

Su cara era como la de un perro, pero lo que más me hizo perder la razón fueron sus malditos ojos, esos ojos que ya me habían visto antes. Maldita sea, era ella la misma mujer que me vio tomar este collar, la que me da tantas pesadillas. Esta bruja se interponía entre la cueva y yo, como pude tomé una piedra y se la aventé para que se fuera. Pero fue inútil.

El miedo se apoderó de mí

La bestia no se inmutaba, alrededor de nosotros se escuchaban esas voces que había escuchado anteriormente.

-¿Qué quieres?- le pregunté aun sabiendo que no hablaba mi lengua.

-Lo que te llevaste- me dijo.

Al escuchar su voz mi piel se puso de gallina, no era posible nada de esto.

-Te vi desde que llegaste y supe lo que querías hacer.

-¿Qué eres?- Sólo alcancé a decirle.

-Somos como tú en apariencia, pero cada noche somos los guardianes de todo lo que es nuestro y de los dioses del inframundo.

-Si eres el guardián de los dioses, no puedes hacerme nada malo-. Le dije con mi voz entrecortada.

-Sólo dame lo que es mío-. Me dijo mientras le escurría la saliva y yo no podía dejar de ver sus colmillos.

-Quieres el collar.

-Si. Fue un gran error al no saber a lo que te enfrentas, todo lo que se siembra se cosecha.

No podía decir nada

-Hemos guardado celosamente todas nuestras riquezas y nadie se las va a llevar, así que hijo de la tierra vieja devuelve lo que no es tuyo y regresa a donde perteneces.

El miedo se apoderó de mí y sólo quería que esa cosa se largara.

-¿Me vas a hacer daño?

-Nosotros no hacemos daño, los hombres se lo hacen a sí mismos. Solos obtienen su recompensa, si tú, hijo de la tierra vieja no me das lo que me pertenece, ten por seguro que vendré en cualquier momento por él. Yo soy dueño de estas tierras. Te sientes único por hacer lo que tienes en mente, pero antes ya estuvieron aquí tus padres y sus padres antes de ellos.

-¿Y qué les hiciste?

-Nosotros nada, la madre naturaleza se encarga de ello.

Apreté con todas mis fuerzas el collar y lo aventé, logrando distraer al monstruo.

Esa cosa inmensa fue a levantar el collar y yo aproveché para internarme en la cueva. Debido al aire y tierra que levantó cuando se iba me interné más. Como pude salvé la antorcha para que no se apagara.

Ahora sólo necesitaba que amaneciera

Momentos después pude incorporarme y cuál fue mi sorpresa al ver que toda la riqueza que había acumulado se encontraba exactamente donde lo había dejado, ahora sólo necesitaba que amaneciera para que, bajo cualquier pretexto, pudiera regresarme.

Miré a mi alrededor, el lugar era mucho más grande de lo que parece, aproveché el tiempo que tenía para explorar y me di cuenta que esta estructura es mucho más que una cueva, el piso estaña repleto de huesos y cráneos, espero que sean de algún animal, encontré una especie de libros e imágenes que hablan de lo sobrenatural y lo mágico, que es en lo que ellos creen. Pude ver a una figura como la que se me apareció. Aunque no entendí nada de lo que estaba escrito una cosa estaba clara, estaba en una tierra totalmente desconocida.

Así es como llegué aquí, esperando que esa cosa no venga por los pocos tesoros que yo aún conservo, he querido dormir pero no puedo, no mientras esa imagen perturbe mis sueños. Como ven no estoy loco y lo que me pasó no fue culpa mía, fueron ellos por no querer compartir sus piedras preciosas que para ellos ni valor tienen.

Quizá es momento de que acepte mi presente, será el hambre o el cansancio lo que acabe con mi vida. Me pregunto si el anciano Tomás ya notó mi ausencia o quizá ya haya regresado. Aquí voy a terminar sumándome a los montones de cráneos y huesos de quienes, al igual que yo, quisieron tener una mejor vida en tierra equivocada.

Aquí voy a morir, igual que mi tesoro, oculto.

OCULTO (Parte II)
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