El valor del agradecimiento

Vivimos atados a una mente caótica que nos guía por un camino sinuoso, en el cual se encuentran infinidad de distracciones, entretenimientos, y donde a menudo olvidamos la virtud de la gratitud, esa que Lao Tse llamaba “La memoria del corazón”.

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, estamos recibiendo las contribuciones de innumerables personas, la mayoría desconocidas, que hacen que la vida sea una experiencia confortable. Por ejemplo, en la elaboración de nuestra comida han intervenido: el agricultor, el granjero, el transportista, el tendero, y una larga lista de gente que nos aporta directa e indirectamente en un solo día.

El agradecimiento tiene el poder de crear un estado mental más positivo, y al mismo tiempo nos hace conscientes para dar las gracias a infinidad de personas como: nuestros padres, maestros, amigos, compañeros de trabajo que han contribuido a que consiguiéramos algo valioso, o simplemente nos han ayudado sin pedir nada a cambio. Quien nos ha apoyado en un determinado momento es posible que no lo haga en otro, pero por esa vez le debemos el recuerdo imborrable de la gratitud.

Hay que actuar de modo más humilde y valorar las cosas sencillas de la vida. Agradezcamos por la calidez del sol, por la lluvia que nos refresca, por el aire que respiramos, por un momento de tranquilidad, por tener trabajo, una casa, y una familia.

El agradecer, es una regla de educación o norma de urbanidad, pero también es una forma de cruzar fronteras para llegar a un área de profundidad humana, donde quien recibe ayuda de los demás, no solo ha de corresponder con gratitud, sino que contrae una especie de compromiso, que le exhorta a favorecer a otros. Es una cadena de favores que sin duda hace del mundo un lugar mejor para convivir amablemente.