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Las redes sociales están llenas de todo tipo de publicaciones, información, imágenes, anuncios, ofertas, ideas, y todo lo que puedas imaginar y mucho más. Contenido positivo, negativo, productivo, tóxico, alegre, frustrante, en fin… De todos los colores, tonos y emociones.

Sin embargo, en los últimos meses me parece que la agresividad va en aumento. No sé si es idea personal, pero siento que cada vez hay más y más publicaciones y comentarios llenos de odio, división, frustración, amargura y negativismo.

Yo, al igual que la mayoría de las personas, tengo mis preferencias y opiniones propias, algunas a favor y otras en contra, de algunos temas que se han tornado más que delicados. Opiniones que puedo expresar libremente en base al derecho que tengo de hacerlo y el cual debe ser respetado. De la misma manera que todos las personas de mi país que tenemos el derecho de hacerlo y de ser respetados.

Los insultos y ataques afectan principalmente al remitente.

El tener diferentes ideas y conceptos en cuanto a temas políticos, religiosos, morales, etc., es motivo de discusiones, largas conversaciones, memes, e incluso reflexiones que en algún momento pueden hacernos hasta cambiar nuestros puntos de vista y opiniones personales.

Lamentablemente, ahora encuentro que esto se ha llevado a un nivel de ataque personal, con resultados poco o nada positivos, como amistades y familias rotas por defender o atacar a ciertas corrientes, ideologías o personas a quienes ni siquiera les importamos como individuos.

Cuando recibo algún insulto o ataque por pensar de manera diferente a mi atacante, ya no respondo, sencillamente lo ignoro o, si me incomoda el nivel de vulgaridad que maneja, lo bloqueo y listo. No necesito acumular material tóxico en mis redes ni en mi mente. Además, cuando el comentario más inteligente que alguien puede poner es insultar y mostrar su bajo nivel cultural y social, definitivamente ese alguien es innecesario en mi vida.

Algunos comentarios y publicaciones llegan a ser tan robóticos o vacíos de argumento, que no merecen mi tiempo. Cuando son vulgares y personalmente ofensivos, me incomodan, pero afortunadamente sé que sus ofensas no me definen a mi, sino que califican y describen el nivel socio cultural del que lo emite.

El reto de actuar de manera inteligente.

Ahora todos tenemos un gran reto. El de controlar las emociones y evitar ponernos en evidencia mediante lo que publicamos y la manera en que lo expresamos.

Tenemos el reto de decidir hasta qué punto estamos dispuestos a perder a un amigo o familiar por defender una idea, a un grupo político o social.

Y el reto principal es definir cuanto tiempo, mente y corazón podemos invertir en las redes sociales viendo y leyendo las vidas ajenas sin perder nuestra autenticidad, nuestro verdadero yo soy, nuestra más profunda esencia, nuestra identidad.

La felicidad no se logra con flojera.
El club de los idealistas

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