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Revisando las redes puedes encontrar un nivel altísimo de violencia entre algunos grupos que, sencillamente, no toleran que alguien pueda tener una opinión diferente a la suya.

Diferencias políticas, religiosas, sexuales, o cualquier otra que se nos pueda ocurrir.  El punto es que hay una tremenda tendencia a insultar, agredir y descalificar a cualquiera que no coincida con nuestros pensamientos.  A veces sin siquiera tomarnos el tiempo de leer o ver con atención el contenido de sus publicaciones.

Es más fácil y saludable respetar nuestras diferencias.

Después de pasar un tiempo navegando, leyendo y respondiendo comentarios, si te dejaste envolver por el torbellino de las agresiones, tu estado de ánimo se ve afectado, tu salud se ve afectada y, aunque puedas dudarlo, incluso tus finanzas se afectan como resultado de esta contaminación mental.

Los demás pueden o no estar de acuerdo con tus opiniones, publicaciones, comentarios, etcétera.  De hecho, hay momentos en que provocar polémica es beneficioso si es que el objetivo es conseguir más reacciones e interacciones.

Sin embargo, jamás debemos perder de vista que, lo que los demás opinen o comenten, no define quién soy.  Es importante saber diferenciar de entre los comentarios recibidos, cuáles merecen ser tomados en cuenta y cuáles no.  De quién vienen y cuál es la verdadera razón que lo motiva… ¿Se refiere a mí o es reflejo de quien lo escribió?

Tu opinión no me define… Mi reacción sí.

Si me insultas en redes y eso descompone me día y además entro en una lucha de ofensas contigo, a veces sin conocerte, entonces estoy reflejando el poco valor que le doy a mi tiempo, a mi persona y quizá lo poco que realmente me conozco.

Es absurdo dejar en manos ajenas el valor y potencial que tengo como persona.

Que mi felicidad dependa de los halagos y corazones que reciba en una red social en donde se usa tanto el «hermosa», «amiga» «te amo» y frases o palabras similares de manera indiscriminada, es igual de absurdo. Aunque sea bonito recibir mensajes positivos y que obviamente agradezco, tampoco me definen.

Quién me ama realmente, puede o no publicarlo, pero invariablemente me lo hace saber en privado, sin necesidad de palabras, sin tener de publicarlo, en silencio, sin gritarlo… Quien me odia también.

Yo sé quién soy y son mis reacciones las que me definen. Una opinión puede orientarme pero no calificarme. Yo sé lo mucho que valgo… Yo sé lo mucho que me amo.

La ventana sucia.
Es mi depresión

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